La mujer se limpiaba las manos con el agua de la cantimplora, le dio un buen trago y se refrescó la cara. Y entonces lo vio, en toda una vida olvidaría esa imagen...por mucho que lo intentara.
"Frecuentemente me he sentido intranquilo al escuchar ruidos provinientes del bosque, pero no han llegado a atemorizarme. Lo del otro día no era nada habitual ni que hubiese oído antes, era como el zumbido de un mosquito gigante
¿Qué hiciste entonces?
¡Mirar! Maldita sea ¡Mirar! Jamás debería haberme asomado a la ventana."
Charles Munger estaba entrevistando a uno de los perjudicados, en su propia granja, por la desaparición de reses.
Se ensuciaron las botas con los restos de las últimas lluvias y la tierra que ahora era fango. Estaban en el mismo campo donde ... no, no lo diré todavía. Baste decir que el propietario del periódico local "La Trompeta", tras mucha mano izquierda y elocuencia, había conseguido romper el silencio del lugareño. No fue fácil, Munger había jurado por su mujer y sus hijos que no revelaría el nombre del informante. Más aún, interrogaría a todas los vecinos de las granjas cercanas para que nadie sospechase de él, ni lo señalasen como un desequilibrado.
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