The day of Cthulhu capítulo 17

viernes, 13 de noviembre de 2009

"Tendríamos que enterrarlos" "He dicho que no, Pequeña ¡No sabes lo que dices!...Shhh calla, que se acercan" le dijo oculto entre los matorrales.
"Sigue trayendo 'medicina' y verás más de estos" El dueño de la destilería era un tipo alto y joven con media cara paralizada. Hammet delgado con bigote.

Disparos en el bosque, una vida menos. Hammet corría como alma que lleva al diablo, dejando atrás la destilería. A unos metros corrían también Alexander Locke y Susan Jones, armados con una pistola humeante y un cuchillo, respectivamente.

La suerte no acompañó a nadie aquella tarde, Susan limpiaba el cuchillo, su alma menguaba después de otra muerte. Hacia tanto de la última vez, pero el destino es caprichoso y bajo su dominio tuvo que dejar de ser La Profesora.
Hammet yacía inerte entre el musgo ahora regado con su sangre, su cuerpo se movía al son del cacheo de Locke.

“Pequeña, vuelve a la destilería y busca más plata por allí” Susan vio un generoso fajo de billetes en los bolsillos de Alexander.

En la destartalada construcción sólo había un cuerpo boca bajo, la escopeta descargada de Hammet y más tristeza. En el camino de vuelta, Susan pensó en los buenos momentos que pasaría junto a Alex, ahora que tenían los bolsillos llenos. Pero se encontró sola con un cadáver, aquel desgraciado andrajoso que encontró en el andén de Black Knob, se había marchado con el dinero.

Allí estaba él, con “pasta” en los bolsillos, sin ser consciente del rastro que dejaba en el bosque, paso a paso, acechaba el peligro hasta que llegó el dolor...y éste tal como llegó se fue, en silencio, sin que nadie lo oyese.

Bajo la sombra de la tupida arboleda, sólo se oia un suave viento y la voz asombrada de Susan“¿Pero que leches?” el suelo estaba lleno de billetes, algunos de ellos manchados de rojo carmesí viscoso. El viento bailaba con ellos ahora que su dueño ya no estaba. Lo único que quedaba de él eran jirones de ropa y lo que fueron sus posesiones.

Susan recogió el dinero que pudo, enterró los dos cadáveres que quedaban e intentó tragar tanto dolor como pudo, pero este desbordó y las lágrimas brotaron en la destartalada destilería. Había vuelto La Profesora.

0 Comentarios: