El panadero y el mar

martes, 17 de noviembre de 2009


Cuando la gente estaba en lo más profundo de sus sueños, cuando los amantes descansan y las farolas, junto con las estrellas iluminan las calles, es que Edgar hace sonar los adoquines con sus zapatos, abre la puerta de la tahona y encuentra a su padre abriendo los sacos de harina "Buenas noches hijo ¿Qué, preparado para meter las manos en la masa?".
Es duro trabajar de noche, pero la mente de Edgar no comparte el entusiasmo del resto por la luz del sol. Cuando el trabajo está terminado y los bollos, el pan y las caracolas están naciendo en el horno y llenando el pueblo de aromas que hacen rugir el estomago, es entonces cuando el padre de Edgar lo deja marchar hasta la playa durante un rato, hasta que haya que retirar la primera hornada y después de dejar preparada la segunda.
Sólo otro local está abierto, "La taberna del ahogado" junto al espigón, en su puerta solo hay un hombre entrado en años, con el hígado castigado de tanta ginebra.
El olor a mar sustituye al de pan con cada paso que el joven se acerca a las rocas. Quita el envoltorio del sándwich y se sienta junto a las olas rotas, dejando que las gotas le refresquen. De lunes a domingo el mismo ritual, desde hace cinco años ya.
Alguien ha dejado la caña de pescar olvidada. Edgar da otro bocado y recoge el carrete, en el anzuelo sólo queda la cabeza de un congrio, muy grande, con el resto del cuerpo mediría seis palmos ¿Quién pretendía pescar algo más grande que el anguiliforme con una caña tan normal? El joven buscó más pistas a su alrededor. Había una cesta con cebo. Sardinas, luego habían venido a pescar congrios y algún animal se había llevado la presa ¿Donde estaba el pescador?
Edgar se sobresaltó al soltarse una piedra y golpear contra las rocas, una figura humanoide se desplazaba a tumbos hacía él "¡Señor, señor! ¿Es suya esta caña?" no obtuvo respuesta, la figura portaba un objeto en la mano que no podía identificar, la última farola estaba lejos. El muchacho dio un paso inconsciente hacia atrás y tropezó cayendo al suelo; la figura seguía acercándose, un ojo de buey con el paravientos roto, todavía podía quedar aceite dentro. Hubiese agradecido ser fumador para llevar cerillas encima, aunque bien podía usar el objeto como arma si 'eso' seguía acercándose.
Conforme se acercaba la figura, se averiguaba mejor su perfil, estaba claro que llevaba un chubasquero y aquello que llevaba en la mano, ahora lo sujetaba con las dos. Y de pronto la luz "¿'tas' pescando?" el viejo de la taberna con un candil "¿'tas' pescando?" el mar se estaba picando más por momentos. Edgar intentó disimular su sobresalto "No, no estoy pescando" el sujeto metió su mano libre en uno de los bolsillos del chubasquero "He encontrado esta caña, pero no es mía ¿No habrá visto usted..." parecía sólo una botella, la cual llevó de inmediato a los labios, levantando exageradamente la cabeza para beber. Mantuvo el equilibrio como pudo y de milagro no acabó en el agua.
Con tanto movimiento, al joven le dio tiempo a coger el ojo de buey roto y observar como el viejo, con su bailoteo etílico, iluminaba el mar y el espigón entero. Entre las rocas pudo ver una navaja, una bota y un par de botellas rotas, pero que conservaban algo de líquido en su interior, posiblemente cerveza. Edgar empezaba a sospechar que el pescador no había tenido tanta suerte como el viejo y había acabado en el agua. Oteó a su alrededor, pero su vista se desvió de inmediato hacia las olas, a unos metros el mar burbujeaba, cada vez más "¿'tas' pescando?" se oyó a sus espaldas, se giró a tiempo para ver tambalearse al viejo por última vez. Se oyó un romper de olas bestial y una masa negra tan oscura que en medio de la noche se distinguía; golpeó la cabeza del viejo, haciendo que esta reventase contra el suelo, menos de un segundo después el tentáculo se enroscó al cuerpo como una anaconda abisal y se escondió en las entrañas del mar para no volver a aparecer.
Cuando llegó la luz, Edgar seguía sollozando con una linterna rota en la mano y otra frente a él, se había hecho sus necesidades encima y ya nunca más preparó pan o bollos en la tahona, sólo las caricias de su madre le hacían volver a la realidad por unos instantes "Iä Iä Cthulhu F'thang, que no esta muerto aquello que yace por siempre, mama"

1 Comentarios:

jdelasmuelas dijo...

Sólo a veces el alma es tan oscura que hasta la luz de la noche acaba de engullir.
Muy buena historia, ¿para cuándo el libro?