The day of Cthulhu capítulo 21

sábado, 20 de marzo de 2010

Diario de Margarite Stanfield:
 
He conocido a un caballero de Nueva York, es un hombre educado y de muy buena posición, en cuanto me ha visto se ha quedado prendado de mi, lo he visto en su mirada. Es veinte años mayor que yo, pero me gusta como me escucha y como elabora sus respuestas ¡Es tan maduro! No como los idiotas del pueblo. Además ha visto mucho mundo, tiene una biblioteca muy variada y se le nota un nivel cultural altísimo.

Adam y yo cada vez nos vemos más a menudo ¡A veces estamos toda la mañana y toda la tarde juntos! ¿Cómo hemos podido estar separados tanto tiempo? Dentro de poco me pedirá en matrimonio, me ha insinuado que ya no puede estar sin mí.


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Aprovechando el buen tiempo nos pasamos todo el día al aire libre. A veces paseamos y otras sacamos las tumbonas al jardín a Adam le gusta leer, mientras yo descanso. A veces ojeo alguno de sus libros, pero son aburridos, prefiero tomar el Sol.

 ¡Es increible! Al pobre de Sammuel Gray le han robado ya dos vacas, él que está hasta el cuello de deudas ¡Menos mal que está aquí mi Adam! Le ha dicho a Sam que vaya al almacén y coja los materiales que necesite para hacerse un cobertizo para que no le desaparezcan más.
Adam se ha ofrecido a pagarle las dos reses, pero el orgullo le a podido al bueno de Sammuel ¡Mi prometido es todo un filántropo!

...

Este hombre está obsesionado con ese cochambroso libro, se está convirtiendo en otra persona.

Tiene momentos buenos, en los que es el hombre más maravilloso, hablamos, paseamos... Pero de repente se pone ceñudo y no dice palabra, parece que le moleste mi presencia.
Esta misma mañana íbamos atravesando el bosque, dispuestos a almorzar, cuando encontramos un claro. Adam se quedó petrificado y tiró de mi, no me dio ninguna explicación, no quiso oír hablar de comer. Regresamos a casa, por mucho que le pregunté, no soltó ni prenda, apretó el paso y me clavó esa mirada perturbada que se le pone a veces.
Me senté en la mecedora sin dirigirle la palabra. Después subió a su despacho, que guarda cerrado a cal y canto, y desde entonces no he vuelvo a saber nada más de él.

Ha venido a disculparse, dice que esta noche me enseñará algo muy especial, se ha deshecho en elogios y me ha dado un abrazo. La verdad es que tiene un corazón muy dulce. Esto me recuerda porque me enamoré de él.


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