Un relato de Jdelasmuelas: La sombra del mar

jueves, 3 de junio de 2010


La sombra del mar

La brisa del mar siempre me ha despejado la mente. Se convierte en algo cuasi-hipnótico, liberando mi subconsciente de la celda de la consciencia. Me ayuda a pensar mejor. La tarde era estupenda para salir a navegar.
Lo cierto es que, estar solos en ese lugar en mitad de la nada, también ayuda. Solos con los elementos básicos que conforman la vida. Solos con el Sol, el viento, la tierra y el mar.

Te hace sentir tan pequeño, tan insignificante, tan débil. No se tiene la misma confianza que te dan cientos de miles de seres humanos al tu alrededor en una gran ciudad.

La isla está prácticamente desierta y parece inhóspita, sin un atisbo de vegetación. Parece el planeta Marte rodeado de agua. Así es la isla de Fuerteventura en las Islas Canarias. 

Era la luna de miel perfecta en nuestro velero alrededor de la isla, sólo nosotros dos. Después del jaleo monumental que suponía la boda junto con el trabajo diario. Demasiados detalles, demasiada gente, demasiado estrés.

Ahora el barco nos mece suavemente mientras la brisa marina nos arrulla como si la madre naturaleza cuidase de nosotros. Es en ese preciso momento, y no en otro, cuando la felicidad me empieza a invadir mientras contemplo, con ojos somnolientos, mi recién casada esposa mientras, ajena a mi tierna mirada, tuesta su dulce y suave piel en la cubierta del barco.

¿Estará dormida? A mí también me está entrando algo de sueño, aunque como capitán “temporal” del barco, siempre me ha gustado que me llamen “capitán”, debo estar vigilante. Pero no hay problema. Hemos anclado cerca de la playa, a sólo unos cientos de metros. Si cierro los ojos un poco siento como la brisa del mar recorre mi cuerpo y suaviza el castigo de los rayos del Sol. Sólo se oye el viento jugar con los mástiles, al agua ronronear junto al casco del barco. Un chapoteo sordo. Supongo que alguna madera a la deriva habrá golpeado el casco. No será nada importante.

Abro los ojos y todo sigue igual. El tiempo parece no pasar. La isla está en su sitio. El mar está en su sitio. El barco nos mece en su sitio.

-        Ana, ¿Ana? - En la cubierta no está, ¿habrá bajado a la bodega? Me da pereza levantarme.

No se habrá tirado al mar porque la escalerilla no está colocada. Menos mal que me he dado cuenta. Me levantaré a comprobarlo. La toalla por lo menos está ahí. El extraño silencio me inquieta. En la bodega tampoco está. Veré en el agua. Me asomo por la borda y no la encuentro.

-        Ana, si es una broma no me gusta, ¿Ana?¡Ana!

Fijándome un poco más veo una sombra en el agua. ¿Se habrá sumergido? Sí, el agua fría del Atlántico contrasta mucho con la piel recalentada por el Sol. Ana y yo hemos comentado muchas veces el efecto relajante que provoca el contraste. Pondré la escalerilla para cuando salga, la esperaré. Le sorprenderé. Aunque esa sombra es extraña. No la distingo bien, pero ya está a punto de salir. ¡No! No es Ana. Esas facciones, esos ojos, es... ¿qué es? ¿es un pez?

Sin darme cuenta me he asomado demasiado por la borda. Sus garras han atrapado mi cara y mi brazo derecho. No veo nada por culpa de esa mano escamosa. El agua está fría y me hundo. Desciendo en segundos, hacia Dios sabe qué profundidad, lastrado por ese ser indescriptible. Aunque quisiera verlo no puedo, hay agua por todos lados. Como no reaccione pronto estaré muy abajo, y con la sorpresa no me ha dado tiempo a coger aire.

Sin aire y con mis movimientos descoordinados agotando mis reservas estoy perdido sin remedio. Este bastardo. Casi me rompe el cuello y la espalda con la caída. No aguanto más. Aire. Con un pie toco parte de su cuerpo. Le golpeo. Intento apartarlo a patadas. Mi destreza habitual está anulada en este medio tan distinto. Aire. Una, dos, tres patadas. A pesar de la lentitud de mis movimientos, noto que son lo suficientemente fuertes para separarme de su presa. Aire. ¿Dónde estoy? ¡El Sol! Hacia allí tengo que ir. Aire. Asciendo con lentitud. Aire. Ignoro si me sigue. Aire. La superficie, aire, está tan cerca. Aire. Mis pulmones van a estallar. Aire. Sólo un poco más. Aire.

-        ¡Ana! - grito desesperado.
-        Tranquilo, tranquilo Alberto – Me dice el Teniente al tiempo que me sujeta para que, del ímpetu, no me caiga de la cama - Usted está en el hospital, ¿recuerda?
-        Ella está en el agua, – respondí inspirando profundamente varias veces, falto de aire. Me encuentro lleno de sudor como si me acabase de dar un baño – en el agua...
-        Entonces, eso podría explicar las heridas de la cara y los moratones del brazo, pero, – dice el Sargento al tiempo que cruza una mirada con el Teniente mientras me señala el pecho – la herida del costado, ¿cómo se la hizo?
-        Pero Ana... Está en esa casa
-        ¿Qué casa? - pregunta el Teniente
-        La vi ahí, ustedes me creen, ¿verdad? Ese monstruo se llevó a mi mujer y casi me lleva a mí.
-        Claro Alberto, claro. Usted ha estado sometido a mucho estrés, y proseguimos la búsqueda de su mujer. - me reprocha el Sargento - Insisto, ¿cómo se hizo la herida del costado? ¿Dónde estaba esa casa en la isla?
-        Ella... – acababa de recordarla, en esa la cápsula, esos tubos, ya no era ella – La culpa de todo lo tiene esa casa, allí se encuentra pero ya no es ella, ¡ya no es ella! – respondí, al tiempo notaba como se me rompía el corazón. Sólo podía llorar. Temblaba. De rabia, de impotencia, de pena.

Lloraba por ella, ¿por qué a mí? ¿Y si no me creen? No la encontrarán nunca. Me da igual, yo también dudaría en su situación. Después de lo que he pasado, me da igual lo que me ocurra. No me importa. El mar, la Isla, esa casa. El dolor en el pecho es tan profundo como el mar. No puedo ignorar el dolor que me arde en el costado. Llega la enfermera y algunos enfermeros. Un pinchazo. Todo pasará. Como en un mal sueño.

-        Será mejor que nos marchemos, será mejor que descanse – me dice el Teniente, tras mirarse mutuamente  y dándome por perdido, al menos por hoy – vámonos Sargento.

Salen de la habitación ambos. Afuera, supongo, habrán más guardias. Me atan a la cama. No querrán que me autolesione. Es comprensible, ya no me importa nada. No quiero vivir más.

-        Esta historia no tiene pies ni cabeza, mi Teniente. ¿Monstruos acuáticos? – dice el Sargento – También ha dicho algo de una casa.
-        Lo sé, nada tiene sentido, quizás es muy pronto para hablar con él y sacar algo en claro– responde el Teniente – ya que parece muy afectado. Después de todo, la mente en situaciones de estrés, es capaz de hacer creíble lo más disparatado.
-        Esas heridas... igual se las ha hecho él mismo mientras se deshacía del cuerpo, o durante la pelea con ella – teoriza el Sargento.
-        Miguel, ¿tenemos noticias de los GEAS?
-        Todavía nada, mi Teniente. En el barco no hay señales de violencia. Mañana podemos seguir con el interrogatorio y a ver si aclaramos esto de una vez.
-        Eso espero, pero necesitamos el cuerpo. Sargento, tenemos que encontrar a esa chica.
-        A la orden, mi Teniente.
-        El dueño del barco ha corroborado la declaración del sospechoso, dice que subieron a bordo los dos. Esto es una locura.

La droga empieza a hacerme efecto. Desde que vine de la isla y de esa maldita casa, en mitad de la nada, no he vuelto a poder dormir en paz. Creo nunca más volveré a soñar. A veces, la mente, para proteger la cordura del individuo por la realización de un hecho horrible, crea ilusiones con tanto realismo que él mismo es incapaz de discernir realidad de ficción. ¿Y si me lo he estado inventando todo? ¿Está acaso mi juicio nublado por alguna barrera psicológica que no me deja ver con claridad la simple y terrorífica verdad? La verdad siempre es mucho más sencilla. Menos traumática.

Por lo menos desde la ventana abierta del hospital se ve el mar. La brisa que entra por la ventana siempre me ha despejado la mente. Se convierte en algo cuasi-hipnótico, liberando mi subconsciente de la prisión de la consciencia. Me ayuda a pensar mejor.

Hace una tarde estupenda para salir a navegar.

2 Comentarios:

aldiro dijo...

Muy buen blog!
Lo acabo de ver y lo he leido de pasada, cuando tenga algo mñas de tiempo lo miraré detenidamente, porque tiene buena pinta.

Un saludo!

Luferbal dijo...

¡Muchas gracias! Yo también le estoy echando un vistazo al tuyo :-)