The day of Cthulhu capítulo 26

domingo, 4 de julio de 2010

Fuera, el cielo seguía oscuro, los truenos rugían como nunca antes. Charles encendió una cerilla mientras bajaba las escaleras "Dios mío, se ha metido ahí completamente a oscuras" con la poca iluminación de los fósforos, oteaba el sótano en busca de La Profe "¡Pequeña! ¡Pequeña!" No vio nada allí, quedaban las escaleras que llevaban al exterior de la casa, tras subir dos escalones, oyó un rugido prenatural que le hizo retroceder. Pálido y asustado, retrocedió y la cerilla se apagó. A ciegas trató de encender otra cerilla, tan nervioso estaba que la rompió "¡Mierda!" Cuando consiguió encenderla algo le atrapó la pierna.

Ella. Otrora tan dura, tan segura. Se arrastraba y babeaba como un bebé. Dijo algo imposible de entender, a Charles le pareció oír su nombre, se arrodilló y la abrazó. Su cuerpo temblaba poseído por el miedo. "Fuera...no...Adam...¿por qué?" También eso pareció entender. Charles miró de nuevo las escaleras que llevaban al exterior. Endureció el rostro y cogió a La Profe en brazos "Se acabó esta locura, vayámonos a casa". Uno a uno ascendió los escalones, con la clara sensación de que lo peor estaba por llegar.

Carl se estaba echándo agua en la cabeza, había perdido la consciencia durante unos segundos, pensaba él, ahora le costaba enfocar la vista. "Están todos locos" pensó "La putita esa les ha frito el cerebro a los dos. No se como lo haré, pero se van a enterar...¡Vaya golpe me ha dado la mosquita muerta!"

Se abrochó la camisa, intentó ponerse el sombrero, aunque desistió de inmediato, debido al hinchazón. "Ese desgraciado de Silver ni siquiera ha venido a levantarme del suelo". Carl pensaba en voz alta mientras iba en busca de su compañero. Silver Klaus seguía sujetando el cuaderno negro, sin darse cuenta de que se le había caído. Estaba petrificado mirando el exterior. Su cara era la representación viva del más absoluto terror. Lo que estaba viendo era real, tan real como el agua, tan cierto como las montañas o el suelo que pisaba, cierto aunque más allá de toda lógica; una criatura descomunal que podría parecerse a una babosa negra con tentáculos blanquecinos. Enorme y real, absorbía la vida y arrancaba todo cuanto estaba a su paso. Horrendo, vomitivo, era ese miedo que todos guardamos dentro, era la peor de las fobias hecha realidad. Tan ajeno a la vida de la tierra, era la muerte materializada; corriendo ladera abajo hacia Black-knob. El pueblo que ya no iba a existir, condenado, pues no había nada que pudiera detener al Guardián del Símbolo Amarillo.

Ahí estaba otra vez. Su amigo, su compañero había desaparecido ante sus narices, no físicamente claro; pero su mente ya no existiría. El alma de Silver había menguado para ocultarse de la realidad. Quedó escondida en lo más profundo de la psique, Carl lo supo enseguida. El descomunal gasterópodo pasó ante sus ojos, pero no lo vio, así como no advirtió la artillería junto a aquel río francés.

Esta vez lo que tiró de él fue su instinto. Intentó abrir la puerta principal, al no conseguirlo, destrozó una de las ventanas y corrió hacía el vehículo. A sus espaldas sonó un ruido seco seguido de un chillido desgarrador.

Charles había conseguido subir a La Profe hasta el exterior. Ella seguía en estado catatónico, él la cargaba como si fuera la novia que va a atravesar el umbral. Entonces vio los árboles convertidos en ceniza gelatinosa, vio la desolación, la criatura informe y gelatinosa en medio de la oscuridad de la noche, donde el pueblo era la única fuente de luz, como estrellas en un cielo despejado. Una tras otra las estrellas fueron apagándose absorbidas por el agujero negro venido del espacio, no dejaba más que una cáscara vacua y asquerosa. Una de esas estrellas, cuya luz iluminaba a su mujer y a sus dos pequeñas hijas, fue apagada como una más. Si había un Dios en el cielo, hasta él llegó el grito de dolor.


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