Tic-tac

sábado, 23 de enero de 2010


Gabriel estaba calentando aceite para hacer unas alitas de pollo.
Taciturno, hacía resumen de su vida. Amorosamente era un asco, no es de extrañar. Gabriel era feo y era consciente de ello. Un fracaso tras otro no lo habían inmunizado frente al rechazo. Cada vez miraba con más desconfianza a las mujeres. Esas criaturas con poder para hacer de tu día un río de lágrimas. Gabriel seguía siendo amable, sonreía, tenía detalles y escuchaba cuando le hablaban. Pero los expertos en marketing saben que todo se vende por la imagen. Y eso a Gabriel le fallaba y mucho.

Después de varias tandas de alitas, el suelo estaba lleno de aceite. El suelo, las paredes, el delantal y el reloj de la cocina con su "tic-tac" continuo. Cuando fue a por un vaso de agua, resbaló.
Es curioso, cuando te caes, el instinto te hace cogerte con fuerza a lo que sea, un asa, una servilleta o el mango de una sartén con aceite hirviendo.
Después de ser dado de alta en el hospital y de curar sus heridas, Gabriel quitó todos los espejos de la casa, además de cualquier cosa que pudiese reflejar su cara quemada y deformada. Pasaba los días llorando, no había tenido valor para volver al trabajo y ser el centro de lástima o burla de sus antiguos compañeros.
Sentía tal rechazo hacia si mismo que no se atrevía a salir a la calle. Dejó de comer y de beber, en su casa sólo se oía su llanto y el "tic-tac". Ya no frecuentaba el prostíbulo, no dejaba que nadie viese su rostro, todo eran miradas de curiosidad o grima. Qué asco de vida, que hastío de todo.

Se despertó con el "tic-tac" del reloj de la cocina, se hallaba en el suelo grasiento, boca arriba con la vista desenfocada. Se levantó despacio con la cabeza dolorida. Se oía el chisporroteo del aceite hirviendo, la cocina olía a humo de alitas quemadas.
Su cara estaba bien, sus rasgos faciales no habían desaparecido, tenía su vida anterior. Gabriel dio saltos de alegría, en su casa sólo se oían gritos de felicidad, el "tic-tac" del reloj de cocina y el chisporroteo del aceite más y más caliente que estaba salpicando en el suelo.
Es curioso, cuando te caes, el instinto te hace cogerte con fuerza a lo que sea, un asa, una servilleta...

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