Freeport - Capítulo cuarto

jueves, 2 de enero de 2020

Galgan dirigió el interrogatorio de los dos prisioneros, usando la daga de Lucius que habían encontrado a Rittoro, la líder de los mercenarios.

No sé nada más que había que mataros, nos ofrecieron una buena cantidad de oro por vosotros. Rittoro es la que se encargaba de lo demás - Dijo el mago azul después de apretarle las tuercas y varias amenazas con el cuchillo.

 Mientras Enzo, el sastre, estaba amordazado y con los ojos vendados. Galgan simuló cortarle la lengua al mago azul, usando la magia para hacer más creíbles los gritos. El sastre se derrumbó, afirmaba ser sólo un recadero de "El Maestro" de una sociedad secreta y poderosa llamada "La Hermandad".
Ellos contactan conmigo ¡Lo saben todo de todos! - afirmaba entre sollozos - El maestro os ha sentenciado a muerte, me dio oro para que estos patanes os mataran. A mi no me cuentan nada... -  Los héroes le sacaron algo más de información. Los últimos dos días había llevado comida a una casa tapiada en el arrabal.
 Pese a las heridas, Oskrast insistió en ir prestos a aquella casa, seguro de que aquellos fanáticos tenían preso a su hermano.

 Llevaron al sastre con ellos, con el cuchillo de Lucius lacerándole los riñones. Skarde se movía con agilidad por las calles, su pasado como guardia demostró ser de utilidad evitando a la guardia de la ciudad.
Llegaron frente a la casa, Enzo afirmaba que le daban una llave para abrir la puerta principal y dejar la cesta de comida. La casa era vieja y estaba en malas condiciones, pero llamaba la atención la puerta de buena calidad y el buen cerrojo que tenía.
 Los héroes, desconfiando de la palabra de Enzo y de sus líderes, rodearon la casa, encontrando una puerta que daba a una vieja bodega de donde venía un fuerte olor a vinagre.

 Bajaron con cautela, esperando que los ojos se les acostumbraran a la oscuridad. Allá abajo no había más que nueve barricas tumbadas sobre sus soportes y con la altura de un hombre cada una.
 Pese al desasosiego, comprobaron que 5 estaban llenas, rompieron una de ellas, que dejó caer el vino picado por el suelo. Movieron las barricas vacías, todas menos una, en la que Oskrast encontró un gatillo de metal en el lado izquierdo ¡Clac!
 Un sonido metálico dejó la tapa de la barrica entreabierta, más allá se veían unas escaleras muy antiguas, con algo de polvo y algunas pisadas en su interior...

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